jueves, 30 de septiembre de 2010

KHAJURAHO – Hummm! Let's go learn more about KamaSutra.

Al amanecer del trigésimo primer día de nuestro viaje, arribamos a Khajuraho después de una noche viajando en la ya familiar sleeper class del tren que nos traía desde Varanasi, diez horitas de nada. En manada junto con Gabi y Joao, y también David, vecino de Malasaña y fumador empedernido aunque agradabilísima persona, a quien conocimos en el tren, iniciamos el consabido ritual de cualquier mochilero de bajo presupuesto, el periplo por las diferentes hospederías del lugar para encontrar donde reposar nuestros cansados pero ya curtidos cuerpos. El trabajo en equipo funcionó, y la negociación nos proporcionó unas excelentes habitaciones hasta con suelo en marmóre por tan solo doscientas cincuenta rupias, una ganga.

El primer día descansamos, comimos, leímos, escribimos, navegamos por internet, y dedicamos un tiempo a todas y cada una de las personas del lugar que se nos acercaban curiosas cuando paseábamos por la calle principal del pueblo. Aún hoy no entendemos porque los occidentales despertamos tanta curiosidad en estas gentes. Está claro que muchos quieren atraerte a sus negocios, pero continúan exageradamente expectantes y curiosos aún cuando perciben nuestro rotundo desinterés en sus diversas propuestas. En episodios anteriores, más concretamente en la estación de Gorakphur donde tomamos el tren que nos llevaría a Varanasi, la policía tuvo que disolver una concentración de personas que se formó a nuestro alrededor, y que a pesar de no llegar a asustarnos ya que formábamos grupo con otros viajeros, era descaradamente desproporcionada y apabullante.

En Khajuraho disfrutamos de la tranquilidad de un pequeño pueblo formado apenas por una calle principal. En ella se aglutinan comercios, hoteles y restaurantes. En el cruce de esta calle con la carretera que llega hasta el pueblo, se ubica el recinto donde se encuentran los templos que son considerados patrimonio de la humanidad. En esta localidad hay tres conjuntos de templos, y aunque es posible visitarlos todos, sólo el que está aledaño a la calle principal está restaurado, y por tanto hay que pagar la correspondiente entrada para recorrerlo. Los templos de Kajuraho constituyen hasta la fecha un misterio histórico, ya que la grandeza y lo imponente de sus construcciones no se corresponde con la importancia de los núcleos habitados cercanos. Es decir, se encuentran en medio de nada, y nada en los alrededores ofrece alguna pista de porque sus creadores decidieron construirlos en estos parajes. Se cree que fueron edificados hace miles de años por alguna civilización que, por alguna razón desconocida para los historiadores, los abandonó algún tiempo después. Se especula que tal vez su abandono fue motivado por la invasión de algún pueblo hostil que no comulgaba con las creencias religiosas del pueblo que edificó estas joyas.
 
Además, y lo más curioso de estos santuarios, es que están ricamente adornados con infinidad de esculturas de todo tipo, aunque las de marcado carácter erótico resaltan sobre todas las demás. Pues sí, aparentemente para sus diseñadores, el sexo era algo tan sagrado que debía estar representado en los fabulosos detalles que recubren cada centímetro de sus estructuras. Una cosa esta clara, sabían venerar las cosas buenas de la vida, y lo hacían con mucho arte. Tanto que el oficial inglés que descubrió los templos durante una expedición, llegó a calificar algunas de las representaciones como demasiado obscenas y explícitas para lo recatado de las costumbres británicas de finales del siglo XIX.

Antes de dejar Khajuraho, un chaparrón, coletazo de la temporada de lluvias, nos dejó aislados en nuestro cuarto por un par de horas. Era impresionante como las nubes descargaban agua torrencialmente y sin parar. El propietario del GH comentaba que no veía llover así hacía lo menos treinta años, mientras coordinaba a los trabajadores del hotel en su afán por drenar la ingente cantidad de agua, y evitar la inundación de los cuartos inferiores.  Aunque los afanados indios trabajaron duramente practicando  agujeros incluso en muros, para dar una vía de escape al agua que subía rápida y peligrosamente de nivel, no consiguieron que el líquido elemento invadiese algunas habitaciones, y mantuviese algunos turistas encima de sus camas junto con todas sus pertenencias para evitar que el agua les llegase a los tobillos. Nosotros tuvimos suerte y pudimos escapar del desaguisado. Ajenos desde hacía tiempo a las noticias, ese día observamos en directo lo devastadora que puede ser la naturaleza en cuestión de minutos, y nos alegramos por no estar en las poblaciones de montaña en la frontera con Pakistán que este año han sido tan duramente castigadas. Inclusive y de camino a Orccha, nuestro siguiente destino, conocimos un francés que vivió días angustiosos y tuvo que ser rescatado en un helicóptero de la armada de su país junto con otros turistas, después de permanecer aislado por casi una semana en la norteña región montañosa próxima a Leh.  

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